19 dic 2010

El poder de una historia

Quizá haya tardado demasiado en escribir esta historia, pero era necesario que antes dejase de lado el terror que aun me causan los eventos que ocurrieron y que solo pueden concluir como lo harán esta noche.

                Mi nombre, ventilado por más de un periódico meses atrás es C. Galdós, soy profesor de literatura de secundaria desde hace trece años en el mismo liceo del interior del país, en el cual sucedió parte de lo ocurrido el mes de abril, eventos conocidos por todos como “La tragedia del Acosta” donde murieron, según la policía cuatro adolescentes, cosa falsa aunque no puedo ya probarlo, pues se que también murió un profesor...

                Como parte del programa académico pedí a mis alumnos que crearan un cuento basándose en la obra del autor que más les gustase. Esperaba encontrarme con la consecuente marea de historias de magos y vampiros, mas cual no sería mi sorpresa al encontrar entre los trabajos una historia basada en los escritos de H.P Lovecraft, autor que aun cuando reconozco me causo gran impresión en mi juventud, creía olvidado por nuevas generaciones, por ello mi incredulidad al saber que un joven de 15 años era el responsable del cuento.

                La historia en si no me parecía original, pero era innegablemente bueno, tanto que a duras penas podía despegar mis ojos de él. Quizá se debía al poder descriptivo del muchacho o a mí, como lector empedernido que soy, pero cada página – de las casi treinta que tenía el cuento – me hacían entrar en el dulce letargo de la lectura cinemática, como la he oído nombrar, aquella que te permite visualizar cada escena de forma vivida hasta el punto en que tú mismo estas dentro de la obra. Se bien que Lovecraft tenía ese efecto, pero encontrarlo en un niño me parecía desconcertante, bueno, me lo pareció luego, porque en ese momento no tenía más conciencia que la que estaba dentro del libro, aterrado por las cosas que le ocurrían al protagonista.

                Aunque en ese momento no lo sabía, mi pequeño perro, única compañía de este solterón, salvó mi vida y seguramente mi alma de sufrir quien sabe que destino. Cuando mas absorto estaba en la lectura del cuento sentí los pequeños colmillos clavarse en mi pierna izquierda sacándome lentamente de mi estado casi vegetal. Debo haber estado unos minutos viendo el vacio antes de caer en cuenta donde estaba y en qué estado, pues mi cuerpo se hallaba cubierto de una espesa capa de sudor frio. No dormí esa noche.

                Supongo que debí prestar más atención a lo ocurrido, pero asumí que la causa de mi “traslado” al interior del cuento se debía a lo bien redactado que estaba aunque, cosa curiosa, no recordaba una palabra del mismo. Garabatee una nota alta en la portada (sabía que no lo había terminado, pero no me atreví a hacerlo aun cuando no sospechaba la realidad que ocultaba) y me vestí como cada día para asistir al aula.

                Luego de lo que fue un día rutinario de clases me prepare para entrar en la última, aquella donde estudiaba Marcos, el autor del cuento que me tuvo en vela toda la noche, y debo decir que por alguna razón yo temía ese encuentro y no hablo solo de una incomodidad, y literalmente tenia pavor a observar los ojos de ese muchacho de nuevo. Marcos se sentó como siempre al fondo de la clase, como si tuviese el propósito de no ser observado por sus compañeros algo que en los seis meses de año escolar que llevábamos había logrado, mas sin embargo ese día su presencia me resultaba casi tangible aun cuando hacia el esfuerzo para no mirar ese rincón del aula que se me hacia oscuro y vil. Llegado el momento de repartir los trabajos llame al delegado y le di el pequeño bulto esperando la consecuente salva de quejas sobre el “injusto” trato que daba a sus obras, pero no fue nada comparado con la fría mirada que lanzó Marcos sobre su cuento que guardo rápidamente en su bolso sin tener tiempo a verificar su calificación.

                El siguiente fue un día del todo normal, a pesar de la terrible noche que pasé, pues desperté bañado en lágrimas y sudor, despertando solo gracias a los ladridos de mi fiel amigo. Me aliviaba saber que los viernes no tendría clases con el grupo de Marcos. Sin embargo eso no evito que me aterrara verle hablar con el profesor Ramírez, uno de mis colegas al cual entregó la copia de su trabajo.

                El teléfono me despertó el sábado en la tarde (hora en la que pude dormir tras otra violenta noche de pesadillas que aun no recuerdo), se trataba de la directora del plantel, Ramírez se había quitado la vida…





            “Corría en medio de un desierto, llamas negras lamian mi cuerpo que sangraba por cada poro y él, no, definitivamente no era un él…. El Caos se acercaba, murmuraba al infinito palabras impías que amenazaban con destruir mi cordura… sabia que dejaría de correr y que El Caos me atrapara en la infinidad de garras y colmillos y que me devoraría durante la eternidad”

            Gilberto Ramírez era el profesor de Literatura del turno vespertino y ya había alcanzado la edad para jubilarse, pero al igual que yo Ramírez era soltero así que poca ilusión le hacía pasar el resto de su vida vegetando en espera de una pensión. Era increíblemente enérgico y poseía la habilidad para hacerse escuchar por sus alumnos que sinceramente le envidiaba, además poseía un delicioso carácter alegre que atrapaba a cualquiera y le obligaba a girar en torno a él, se entiende la razón por la cual todos los que le conocimos estábamos realmente impactados.
            Ahora bien, quizá quien esto lea ya haya hecho alguna relación entre mis experiencias previas y la muerte de mi querido amigo, pero mi mente estaba ocupada en tantas otras cosas que añadir lo inexplicable de la situación que el destino había puesto en mi camino hubiese sido imposible. Precisamente a raíz del fallecimiento de Ramírez el tiempo del cual disponía resultaba escaso, pues no había quien le supliera y se acercaba la fecha para los exámenes de lapso del liceo y debía encargarme de ambos turnos. Mi cansancio era tal que caía rendido en la casa luego de revisar las calificaciones de los casi ochocientos alumnos a los que impartía clases. Pero mi sueño distaba de ser reparador. Cada mañana despertaba con recuerdos borrosos que me perseguía a veces durante el día.
            En no pocas ocasiones me había quedado mudo en medio de una explicación y si bien es cierto que se atribuía a mi cansancio en mi fuero interno sabia que todo era a causa de mis pesadillas… podía ver trozos inconexos en cualquier momento y “regresar” para seguir entre nieblas, o en ocasiones revivir algún momento sin saber el porqué de mi terror.
            Sin embargo un hecho ocurrido una semana después, hizo que empezara a ver las conexiones, cual pequeñas fibras, solo visibles cuando se les busca concienzudamente entre los miles de eventos que descartamos en nuestro día a día.
            Rara vez paso asistencia durante mis clases, siempre me ha parecido que es una práctica que se debe dejar de realizar en primaria, pero el día jueves había sido feriado y se me pedía la asistencia en busca de quien quisiera hacer puente con el sábado. Efectivamente faltaban varios, pero cuando mencione el nombre de Velazco Luis y no recibí respuesta, me extraño no recibir el coro de “no vino, profe” en el mismo tono cansón de toda la vida. De hecho la clase entera estaba sumida en un silencio incomodo que poco se relajó cuando uno de ellos dijo, simplemente, “se mato anteayer, profe”.
            Pedí a todos que se retiraran pues me sentí indispuesto… de hecho fui a vaciar mi estomago en el baño de los profesores, decidí evidentemente tomarme el día pues no sabía el porqué de mi temor.
            Estaba aterrado pues en mi fuero interno sabia que de alguna manera todo estaba conectado y yo guardaba la información sin poder acceder a ella.
            Otra noticia desagradable me hizo sentirme aun mas abatido; esperando oír los ladridos de mi perro al llegar a casa, antes bien le encontré muerto en el porche, al parecer algún sádico vecino, molesto por sus nocturnos ladridos había arrojado carne envenenado sobre la cerca.
            Esa noche al dormir lo hice a sabiendas que sus protectores ladridos no me despertarían en medio de mis pesadillas, por esa razón, y quizá parezca infantil, coloque mi despertador para que se activara en la madrugada, y sí que me despertó, cuando me encontraba tirado en medio del pasillo por lo que asumí en principio que se trataba de una suerte de sonambulismo.
 Quizá la presión en el liceo y los hechos que me rodeaban estaban afectando mi sueño, pensé, Decidí tomar un baño para poder conciliar el sueño de nuevo pues quizá por el calor mi piel ardía terriblemente… esa sería la última noche que durmiera hasta hoy… he sufrido de un terrible caso de insomnio debido a lo que pude ver, tanto que me robó el sueño estos últimos cuatro meses. Desnudo, en el espejo de pie del baño una imagen de mismo mostraba un terror imposible, pues cada centímetro de mi piel estaba cubierta las inconfundibles huellas de decenas de garras que perforaban mi piel… solo entonces pude ver la sangre que manchaba mi ropa y que mostraba un claro recorrido que iba desde mi cama hasta el pasillo, no había caminado dormido, algo me había arrastrado.

            Pasaron al menos dos días cuando sonó mi teléfono, era la directora quien me pidió que me quedara en casa, pues si bien había faltado varios días comprendía que el cansancio y la muerte de esos jóvenes podrían haberme agotado al fin. No recuerdo que le respondí, no tenia sueño aun cuando mi cuerpo me pedía que durmiera sabía que no había forma en que cerrara los ojos, pues podía ver escenas de mis pesadillas que había empezado a recordar, y en todas aparecía El Caos, un ente informe venido quien sabe de qué profundidades o tiempos, pero que parecía desear, más que nada, acabar con mi existencia.
            ¿Por qué no había podido hacerlo antes?... la respuesta tardo en llegar a mi embotado y aterrado cerebro… mi fiel perro, el sí que podía verlo, cuando mis pesadillas llegaban a un punto culminante el me despertaba, con un escalofrío descubrí que algún ser vivo, tangente y que quizá conociera era el responsable de la muerte del pequeño héroe… y de la mía si no hacia algo.

            Fue entonces cuando, al atreverme a salir a comprar víveres me llamo la atención el titular de un diario local “Otro estudiante muere en el Acosta”. Pagué la publicación y lo llevé a casa.
            Uno de mis estudiantes fue hallado muerto en su habitación, al parecer se había colgado en la noche cosa inexplicable pues sus resultados en los exámenes de lapso eran excelentes y su vida social no presentaba ningún problema, de hecho según el periódico, su madre había hablado con el justo cuando se disponía a sentarse a leer en su habitación y él se había mostrado incluso alegre al despedirse de ella.

            Leyendo… fue como si un campanazo hubiese sonado dentro de mi aturdida cabeza… leyendo… Ramírez y yo habíamos leído el cuento de Marcos y no resultaba difícil para el entregárselo a sus compañeros en el liceo, pero ¿Cómo lo retiraba? Era imposible que la policía no lo hubiese conservado como evidencia y menos en casos con tan poco espacio de tiempo. Intente pensar cómo era posible pues esa sola conexión haría posible que se esclarecieran los hechos que sabía, no había concluido.
            A la mañana siguiente me presenté en el Liceo y esperé a mis alumnos en la salida. Aunque algunos de mis colegas me saludaron efusivamente debieron notar que no solo no había mejorado si no antes bien me hallaba en un estado deplorable tras casi dos semanas sin dormir.
            Al final cuando salieron de clase le pregunte a uno de ellos si sabia donde estaba Marcos… al parecer se había ido antes pues le dolía la cabeza, pero había tenido tiempo de  prestarle un pequeño cuento a una de mis alumnas. Considerando lo ocurrido creo que debí tomarlo con más calma, pues no pude dejar de susurrar que ella seria la próxima víctima, quisiera que el joven a mi lado no lo hubiese escuchado.

            Sabia donde vivía mi alumna, al otro lado de la ciudad así que me presente en el acto, su madre, aun cuando recelaba de mi maniática apariencia me dijo que ella no se encontraba en casa, dijo que se había entretenido leyendo y que había salido.
            Camine de nuevo a la avenida y vi un corro de curiosos rodeando algo bajo una pasarela, mi alumna yacía en el suelo sobre un charco de sangre, no había rastro del libro. Me arrodille junto a ella y lloré, lloré por ella y por mi y tan deprimido estaba que la policía al preguntar mi nombre no tuvo que pelear para llevarme detenido.

            Pasé dos meses en prisión preventiva de la que nada recuerdo, pues pasaba el tiempo esperando a que El Caos viniera por mi… dos meses que robaron la mayor parte de la cordura que me quedaba, pero que al final, y tras la falta de pruebas y debido a otra muerte sin resolver terminaron con la liberación de mi cuerpo, pues mi mente sigue encarcelada.
            Llegue a casa y por supuesto la encontré vacía, mi única compañía había muerto por salvarme y sé que cuando duerma tendré otro acompañante menos agradable.

            Esta noche había decidido acabar con todo, o eso pensé que ocurriría.

            La casa de Marcos está ubicada no demasiado lejos de la mía así que fui andando, caminaba con cuidado para que no pudieran ver el cuchillo que escondí bajo la manga de mi chaqueta. Toque el timbre pero no obtuve respuesta, por ello solo empuje la puerta, él sabía que había venido y me esperaba.

            La casa de dos plantas estaba impregnada con el inconfundible olor de la putrefacción, olor cuyo origen no me costó mucho encontrar. Sentada en la mesa la que era a todas luces la madre de Marcos se descomponía lentamente convertida en un amasijo de pus y gusanos. Su rostro denotaba el terror absoluto mientras sus manos estaban atadas a la silla.
            Marcos estaba sentado en el sillón mirándome, divertido.

            “A ella – empezó a decirme con una voz odiosa y cargada de maldad – no le deje quitarse la vida después de que leyera el libro. Todos tienen esa mala costumbre, parece que no les agrada las compañías que usted y yo compartimos.
            Parado en medio del salón me encontraba petrificado, no podía articular palabra debido al asco y el asombro que, mezclados con el miedo me habían destruido mentalmente.
            Parece querido profesor – continuó aún usando un tono irónico – que en su caso hizo trampa, ¿no? Usted no termino de leer el libro completo y por eso no hizo efecto tan rápido como en otros. Luego fue que él me dijo lo que ocurría, su estúpido perro lo salvaba cada noche y claro, el no podía tocarlo.
            Sé a qué vino profesor, y me extraña que no lo haya hecho antes, de todos modos entenderá que no me preocupan sus intenciones porque sé que ya no hay mucho de usted en ese cuerpo. Ya él ha acabado con su cordura profesor y no puede lastimarme… por favor deme el cuchillo… gracias”

            Le había entregado el única arma que había llevado para acabar con su existencia pero estaba muy débil para empuñarla… sabía que estaba perdido más allá de toda pesadilla.

            “Aunque quisiera acabar con usted personalmente le dejare terminar de leer mi historia… solo le falta un trozo y así podrá entenderlo todo, tome asiento”
            Me senté justo frente al cadáver… ya no sentía miedo, de hecho no sentía nada, tome el cuento y fui hasta la última página, donde me había quedado.
            La lectura fluyó de nuevo y me vi arrastrado de nuevo a ese infierno particular donde él me esperaba, El Caos se presentaría para devorarme y yo ya no me opondría, quería morir de una vez y fue quizá la absoluta tranquilidad con la que abracé esa idea por la cual no pudo tocarme.
            La última palabra del cuento resbaló por la hoja en la que estaba impreso y descubrí que el hechizo se había, si no roto, al menos estaba en suspenso… aún tenía tiempo de hacer algo…. Tome el cuchillo de la mesa y giré con violencia hundiéndolo hasta el mango en el pecho del joven que me miró con sorpresa y pánico en los ojos…
            Tomé el cuento y lo llevé a casa luego de comprobar que el joven hubiese muerto y lo quemé en el jardín.
            Debía sentirme aliviado al no escuchar un lamento que viniera de su páginas pero no pude evitar sentirme preocupado. El Caos me había dejado huir de él y había matado al único ser vivo que podía ayudarle a cosechar más victimas… ¿Por qué?

            Al entrar a la casa obtuve mi respuesta… mi computadora estaba encendida y conectada al internet. La página a la que había accedido al parecer sola, era un blog, donde Marcos, esta misma noche, dos antes de morir, había subido el cuento integro y ya tenía varios cientos de visitas.
            Marcos no había muerto porque si, El ya no lo necesitaba y se había deshecho de el usándome… así que tampoco me necesitaba a mí.

            Se que caeré dormido en cualquier momento… estoy agotado y ya no pienso con claridad… guardo en mi casa un poco de veneno similar al que usó Marcos para matar a mi perro y lo consumiré apenas vea que este relato está en la red. No seré la presa de El… pero tampoco puedo detenerlo. Al igual que cuando leí su cuento no podía recordarlo, ya no recuerdo la dirección del blog y no está guardado el historial… ya es tarde para tanta gente.
            Acabo de ingerir el veneno que corre por mi cuerpo, veo borroso y estoy muriendo…

Lo siento.

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